lunes, mayo 02, 2005

Valorando la opinión…

Hace unas lunas [disculpen la tardanza oh fieles lectores pero pospuse demasiado este texto], más bien tardes, me reuní con el prometedor consejo editorial de la revista Urbi et orbi para seleccionar parte del contenido del siguiente número. Durante esa plática me indigno como es que mis compañeros tienen satanizada la opinión en los textos. Y aunque los embruja que los textos tengas citas creen que si tiene muchas no existe aporte alguno. ¿Cómo obtener “aportaciones” sin opinión? ¿Cómo no ser escolásticos sin perder riqueza en cuanto a las citas? Creo – ¡dios santo… estoy opinando! -, que no se han hecho esas preguntas.

En cuanto a mí. Estoy convencido de que una opinión fundada en datos y hechos ciertos puede ser mucho más valiosa que la conclusión lógica de algún proceso o el resultado de un experimento. Mas cierto es que el peligro de la opinión es que esa en particular sea superficial, apresurada y por lo tanto que no aporte algo. Si es correcta o no, adecuada o no es una discusión que tiene sentido sí y sólo sí se piensa emplear una opinión en particular. ¿Entonces porque esta satanizada?

En cuanto a las “citas”. ¿Cuál es el fetichismo con ellas? Supongo que a Borges no le pedirían cita alguna mientras que a cualquier alumno se le exigen pues, parece que, son lo que demuestra su competencia. Sí es cierto que saber elegir al maestro y las fuentes son las características básicas de cualquier alumno. Además al principio es necesario tener un guía que nos enseñe a descubrir esos elementos adecuados. Pero existen personas con suficiente competencia como para poder escribir un texto y no citar a nadie, es más si esa persona condujo un experimento o recolecto los datos tampoco necesitaría citar sus fuentes, aunque sería conveniente que describiera su metodología.

En resumen, a veces pienso que soy el único que cree que las personas pueden producir algo por sí mismos, y no sólo algo que valga la pena sino algo infinitamente enriquecedor. Tengo que aclarar que no se trata de premiar el esfuerzo simplemente por que se hizo; el esfuerzo siempre debe ser reconocido –aunque no merezca un Premio- pero el premio se debe otorgar con otros parámetros.

He dicho.

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